Hace
mucho, muchos años, hubo una chica llamada Dulcinea que vivía en Madrid, era
muy inteligente y curiosa. Tenia una larga cabellera negra y ojos azul cielo. Le
gustaba mucho leer libros sobre criaturas mitológicas y seres mágicos.
Era
verano y hasta el momento el más caluroso de todos, un día decidió ir a la
biblioteca de su ciudad la cual tenía una gran colección de libros con
historias fantásticas. Cuando estaba revisando los libros uno le llamo la atención,
trataba sobre un grupo de piratas que secuestraba a una sirena para poder
conseguir un tesoro inigualable. Dulcinea se lo llevo a casa y continúo leyéndolo,
estaba tan metida en el libro no se dio cuenta de que se había echo de noche,
dejo el libro en su mesita de noche y se fue a dormir. Al día siguiente se despertó
escuchando un cantico, lo recitaba una mujer la cual parecía que pedía ayuda.
Dulcinea se preguntó que podría ser, pero después de un rato lo dejo estar y
bajo a desayunar. Después de tomar su leche chocolateada se acordó de que había
quedado con una amiga para ir a la playa, subió a su habitación apurada en
busca de su bañador. Cuando llego a la playa vio a su amiga y se dirigieron a
buscar un sitio para dejar sus toallas y bolsas. Nada más colocar las bolsas,
Dulcinea salió corriendo en dirección a el mar. Después de estar un rato
flotando volvió a oír el mismo cantico de esta mañana y decidió buscar a la
mujer que lo cantaba con tanto dolor. Mientras buscaba encontró una cala oculta
la cual parecía no haber sido descubierta hasta ahora, mientras nadaba hacia la
orilla algo le agarro la pierna y estiro de ella, ella intento resistirse, pero
era mucho más fuerte. Consiguió liberarse y vio que lo que quería secuestrarle
era una sirena que tenia un aspecto melancólico. Dulcinea, aterrorizada huyó
con su amiga y le conto todo lo que había sucedido, pero ella no la creyó.
Volvieron
a casa pero Dulcinea nunca olvidaría aquel rostro, el miedo que expresaba y el
dolor en sus canticos.